Cuando iniciamos un tratamiento psicológico es importante reconocer que la duración es relativa al avance que cada paciente vaya desarrollando y al mismo tiempo el identificar cosas alternas que influyen en sus cuestionamientos, dudas o problemas enriquecen y al mismo tiempo pueden alargar el tiempo en terapia dado que demuestran nuevas variantes que tomará un cierto tiempo considerar, todo esto lo puedes leer a detalle en “la duración del tratamiento psicológico”
Al iniciar una terapia, tienes un motivo de consulta que frecuentemente es claro pero que al mismo tiempo esta enlazado a otras cosas que son difíciles de ver, me refiero a este punto ciego del que he hablado en otras ocasiones y que es justo donde las situaciones se complican, confunden y angustian y por lo tanto se niegan o reprimen.
El tratamiento psicológico dependiendo de la corriente que se tome, es como acceder a una forma específica de hacer una construcción. Al principio todos llegamos a terapia con nuestro mundo emocional en un estado parecido a una casa vieja, ya tiene sus detalles, hay cosas que sirven muy bien y otras que no sabemos qué hacer con ellas y tienes la opción de remodelar, hacer arreglos pequeños o de demoler esa casa, limpiar los escombros, hacer un nuevo plano, formar cimientos y volver a construirla a tu gusto, decorarla y hacerla un nuevo espacio para vivir en ti. Cada uno de esos pasos lleva un tiempo, pero sea la opción que sea que hayamos elegido, si interrumpimos el proceso, las cosas se quedan a medias y no se obtiene el resultado de manera favorable si no que dejamos que las cosas se queden a medio proceso y fácilmente se vuelvan a deteriorar.
Es frecuente que al ir descubriendo por qué las cosas no son como lo deseamos, la responsabilidad que tenemos en nuestro mundo afectivo, la importancia de tomar decisiones o el dolor que implique enfrentar ciertas cosas, eleven nuestras resistencias al tratamiento y empecemos a decir que el dinero, el tiempo, la distancia, el trabajo o cualquiera cosa que se pueda relacionar con un compromiso se pongan como motivo por el cual dejar la terapia. Muchas veces hay quienes tienen con qué arreglar esa “casa emocional” pero prefieren vivir con el desastre que haya en ella porque no identifican que todo podría estar más claro, tranquilo y habitable y es que lamentablemente es muy fácil mantener el desastre cuando nunca se ha vivido algo diferente.
Por otro lado también están las resistencias dirigidas directamente a la terapia o al terapeuta y habría que considerar varias cosas, si ya llevas un tiempo considerable en terapia, si ya habías empezado a identificar situaciones importantes, si desde el principio haz sentido confianza con tu terapeuta y de pronto eso cambia, entre muchas otras cosas que por más incómodas que te parezcan, deben ser habladas con el terapeuta para reconocer si responde a una resistencia ante lo que se está trabajando en terapia o si hay diferencias totalmente prácticas que requerirían cambio de terapeuta o de tipo de corriente.
La terapia es un acto que cada persona debe ejercer con libertad, pero dado que trabajamos con los elementos más complejos de cada uno, el enfrentar las resistencias, tolerarla y dar la oportunidad de seguir adelante con el tratamiento es justo lo que hace que demos los pasos más trascendentes en nuestro trabajo personal.
No quiero dejar de lado la realidad en el hecho de las complicaciones externas que se pueden vivir estando en terapia, si la economía personal de repente tiene imprevistos o se presentan situaciones específicas que complican la continuidad del tratamiento, es importante hablarlo con el terapeuta para hacer una pausa que no de fin al tratamiento y que se reconozca la importancia de continuar con el proceso en cuanto se tenga la oportunidad.