La estabilidad y bienestar en relación con la salud tanto física como mental es algo que comúnmente no se identifica con tanta claridad y no se reflexiona al respecto con tanta importancia como cuando se sospecha o confirma una enfermedad. Las reacciones ante un diagnóstico pueden variar de persona a persona y mucho tendrá que ver con el tratamiento y prevención de su reaparición, pero cuando se trata de una enfermedad crónica, la situación expone a las personas a una demanda emocional que frecuentemente puede ser más intensa que la de una enfermedad pasajera.
Con frecuencia damos por sentado nuestro bienestar y cuando algo nos afecta o requiere de cambios en nuestras costumbres o “normalidad”, muchas cosas en nuestro mundo afectivo se ponen en juego, desde el miedo a la muerte, hasta la sensación de desamparo y no podemos dejar de lado el duelo por la vida conocida hasta el momento y la nueva que se tendrá que enfrentar.
El riesgo que conlleva una enfermedad crónica es la relatividad de evidencia ante sus síntomas, por ejemplo, en el caso de la diabetes, los pacientes con una resistencia alta al tratamiento y el cambio de hábitos generales, al no sentir de inmediato una manifestación evidente de malestar, crean un tipo de “ceguera emocional” ante la responsabilidad de su cuidado y esto trae como consecuencia que regresen al medico por la presencia de una emergencia.
No sentir los síntomas de una enfermedad, no quiere decir que no se esté desarrollando o peor aún, agravando.
Pero es que la salud es algo que implica una consciencia de sí, la asimilación y aceptación de la responsabilidad personal ante el propio cuerpo y al mismo tiempo un cuidado continuo que de no reconocer su importancia, muchas cosas pueden tornarse desfavorables con relación a una vida estable.
Es por esto por lo que la atención psicológica como parte de un equipo multidisciplinario que procure una visión más integral de la salud de las personas es crucial para que la persona con enfermedad crónica se sienta activamente involucrada en su tratamiento y mejoría. De otra forma un tratamiento desarticulado a la parte emocional conlleva un riesgo de poca adherencia al seguimiento médico y al mismo tiempo una falta de adaptación y de cierta forma reconciliación y resolución del duelo ante el diagnóstico que se haya emitido.