Ir a terapia implica iniciar un proceso que, de inicio, es importante reconocer que no es lineal y tampoco es como lo muestran las películas y las series, en donde es una secuencia de sesiones intensas con un final feliz, totalmente resolutivo de las cuales sales renovado y con la vida resuelta. Es más bien un camino con altas y bajas en donde a veces se aceleran ciertos avances y movimientos que responden a cosas que pueden ser muy obvias de manera inmediata y en otros momentos hablará de muchas situaciones particulares en donde será necesario meter un freno. También habrá etapas en las que por un buen tiempo parecerá que no pasa mucho de manera evidente pero que sin duda frecuentemente habla de un momento que requiere un ritmo lento para observar lo que está sucediendo y al mismo tiempo permitir que el panorama se amplíe o que la vida avance un poco en relación con lo ya hablado y dé lugar a algo más.
De las primeras cosas que se pueden identificar que promueven este freno de mano en relación con el avance o movimiento en la terapia es algo llamado resistencia. La resistencia es un rechazo u oposición que se puede presentar ante el dolor, la dificultad o complejidad relacionada a un cierto tema del cual una parte de nuestra mente trata de protegernos para mantener un cierto equilibrio pero que hay momentos en los que vale la pena movilizar esa resistencia y cuestionarla para saber qué es aquello a lo que se está enfrentando en ese momento y al mismo tiempo identificar cuál es el sentido de derribar esa resistencia y las limitaciones o situaciones adversas que implica en nuestra vida cotidiana.
El tiempo, el trabajo o las ocupaciones y el pago de honorarios frecuentemente son parte de los elementos que reflejan la resistencia al tratamiento y que a veces hace que los pacientes lo abandonen justo antes de tener acceso a una cierta parte de sus recuerdos, su vida, afectos o sus vínculos y se descubra aquello que con tanto esmero emocional, se resguarda.
Por otro lado también es importante reconocer toda la idealización que se pone ante el tratamiento psicológico en relación a las cosas que pueden representar áreas de oportunidad de nuestra vida que están esperando a ser exploradas y que al mismo tiempo al entrar en un tratamiento suponen una mejoría; pero no hay que dejar de lado que justo antes de una sensación o realización de mejoría es que las cosas se vuelven tal vez un poco más densas, un poco más complicadas al parecer y esto influye en el ritmo en el cual las personas vayan acercándose a ese hueco, a ese núcleo problemático o conflictivo y al mismo tiempo eso hace que justamente se reconozca el hecho de que las sesiones y la terapia son algo muy similar a un traje a la medida.
El tratamiento psicológico es caso por caso justo por la forma en la que nos enfrentamos a nuestras resistencias y la forma en la que estamos listos para trabajarlas o no.
Al mismo tiempo mucho hablará de nuestra personalidad y de nuestro conflicto, la forma en la que enfrentemos la dificultad en el tratamiento psicológico, si tenemos la suficiente tolerancia a la frustración al no encontrar de manera fácil e inmediata respuestas y al mismo tiempo reconocer que es un trabajo en el que el paciente, aunque esté ante su terapeuta, está entrando en ese proceso en el que las emociones son totalmente centradas en sí mismo y crea una sensación relativa de soledad, en la cual se mueven muchas emociones que tampoco son fáciles de digerir y es entonces también cuando aunque el proceso vaya avanzando esa sensación de relativa soledad o de un avance cada vez más profundo, también puede provocar esta impresión de que el tratamiento se vuelve cada vez más difícil pero justo es el momento en el que se puede cruzar un puente muy valioso relacionado al tratamiento y su beneficio.
Tolerar las subidas y bajadas y todos los caminos luminosos y oscuros que tiene un tratamiento es algo muy importante que por más extraño que parezca, también es algo significativo para trabajarlo en las sesiones e incluirlo como una inquietud más en el mismo.