Cualquier intento por más seguros que estemos, implica un rango de error, aunque sea mínimo y esto es algo que todos sabemos, pero que frecuentemente dejamos a un lado cuando se trata de un intento relacionado con algo proveniente de un deseo muy grande o de una expectativa que ya sea propia o ajena, nos impone un monto de importancia en su cumplimiento de manera total o correcta.
¿De dónde viene la necesidad de perfección en nuestros actos y decisiones y por qué es tan difícil reconocer nuestros errores?
Partamos de la idea de que desde pequeños algo se espera de nosotros, nuestras figuras maternas y paternas tienen expectativas tanto de nuestras capacidades como de nuestras limitaciones y con eso se va formando parte de nuestro narcisismo (no me refiero a la forma patológica del narcisismo si no a la que le da un peso y valía a nuestro propio yo) y posteriormente nosotros mismos nos vamos creando una idea particular de lo que podemos y no podemos hacer y así lo conjugamos para de alguna forma crear una autoestima pero también una idea de perfección, posibilidad y realización personal.
A veces la idea de nosotros mismos tiene huecos que la empobrecen y de cierta forma los errores serían una forma de confirmar o defraudar eso que nuestras figuras de amor primario esperaban de nosotros y entonces, cometer un error es algo que causa mucho temor y malestar con tan solo pensarlo y frecuentemente nos hace rondar entre la duda constante y la parálisis en cuanto a nuestros actos y decisiones.
También habrá quienes estén muy concentrados en crear una competencia contra sus propias capacidades por tener este narcisismo de cierta forma inflado, tanto como para verse amenazado por los errores que puedan ocurrir y es cuando la posibilidad de equivocarse crea una serie de síntomas neuróticos en donde las fallas que se presenten se vivan con mucho dolor y sufrimiento emocional y también con manifestaciones corporales. Dolor de cabeza, gastritis, colitis, insomnio, dermatitis y varios síntomas que paradójicamente pareciera que su función es castigar y no dejar descansar.
Como puedes ver ninguno de los polos es un campo favorable para el entendimiento del error como parte de una experiencia que puede brindar aprendizaje y justo ahí es donde se abre la posibilidad de integrarnos como seres empíricos, pero al mismo tiempo imperfectos sin que sea una condición desfavorable.
Equivocarse implica en sí mismo la oportunidad de hacer un intento, un experimento y un acto a nombre propio que señala la búsqueda de un objetivo y eso ya es algo en sí, valioso.
Las heridas narcisistas que puedan provocar los errores tienen tanto lugar como un par de rodillas raspadas al disfrutar un paseo en bicicleta cuando éramos niños. Al inicio duelen, requieren de un tiempo de cicatrización y recuperación para posteriormente contar con esa experiencia sin que resulte ser tan grave como lo pensamos en un inicio, sino parte de nuestra historia.
Hay muchas situaciones que se pueden calificar como errores sin que lo sean en sí: la ruptura de una pareja, el perder un empleo, tener malentendidos y muchos ejemplos más que causan mucho sufrimiento y que pueden ser trabajados en un espacio terapéutico para identificar todas las cosas que omitimos al reducir nuestras decisiones en equivocaciones.