He escuchado a algunas personas que refieren no ir a terapia porque podrían mentirle al psicólogo y manipularlo, al respecto surgen un par de puntos que me gustaría despejar en esta ocasión.
Para empezar, es cierto que se le podría mentir al terapeuta, pero al ser el consultorio un espacio en el que el individuo expone su historia para trabajar su propio mundo, mentirle al terapeuta sería en inicio mentirse así mismo, pero ¿con qué objetivo o razón lo harían? Bueno, confrontarnos a nosotros mismos puede provocar miedo, negación y todo tipo de resistencias y como un mecanismo de defensa es frecuente mantener lo conocido por muy problemático que sea, bajo la creencia de que se puede controlar lo que ahí sucede, cuando en realidad lo único que se conoce es la familiaridad de esos problemas y lo verdaderamente complejo para estas personas es reconocer una salida.
Te sorprendería lo mucho que una persona puede estar acostumbrada a vivir con el agua al cuello y buscar salidas fáciles en vez de ir directo a la fuente de sus problemas y atreverse a darles causa y solución. Para estas personas resulta muy complicado reconocer su propio papel y responsabilidad en las situaciones que lo aquejan, viven con naturalidad y sin identificación clara de los conflictos y ahí es donde las mentiras cumplen un papel encubridor fundamental, la ecuación en un nivel muy interno pareciera ser: “si me puedo mentir a mi mismo, puedo mentirle a los demás” y así es fácil perderles el sentido a las cosas ¿cierto? Se puede llegar a defender las mentiras como el único sustento que se puede controlar en una situación de mucha fragilidad emocional.
Por otro lado, mentir en el consultorio también puede representar una especie de prueba al terapeuta como si eso fuera a medir su capacidad, preparación o nivel de escucha. Hay quienes disfrutan el sentirse seres complejos, misteriosos o que tienen todo bajo control y este será solo un rasgo de su personalidad que claramente tendrá un lugar en su proceso terapéutico, pero volvemos al punto inicial, mentir tiene una dirección particular en un espacio propio, personal e íntimo que revela en cierto nivel un autoengaño.
Lo puesto en juego en la psicoterapia revela poco a poco no solo lo dicho sino también lo que no menciona el paciente y se va armando una historia con muchos matices que dan forma al discurso y al tratamiento en sí. El terapeuta dependiendo de la corriente y especialidad que tenga dará cierta dirección, pero lo que si hay que dejar en claro es que cuando el paciente decide mentir en sesión, al mismo tiempo empieza a armar un castillo de naipes qué tal cuál llega ser muy frágil y con el tiempo venirse abajo.
Esto no es un motivo para terminar con la terapia, pero si abre la puerta a la exploración de varios elementos que podrán ser trabajados a favor del tratamiento.
Las mentiras son un recurso para ocultar lo indeseado, para evadir la realidad o manipular alguna situación, pero siempre el más afectado será el que miente, porque en primer lugar mentir es un intento de salir del lugar que se ocupa de manera subjetiva y eso habla frecuentemente de un deseo muy grande de vivir otra realidad.
Nada ni nadie puede obligar a una persona a acudir a terapia y las resistencias pueden ser muy variadas e intensas, pero siempre será mucho más recomendable explorar el espacio terapéutico elaborando algún tipo de cuestionamiento en lugar de esperar a que las hebras de pensamiento que no están tomando un lugar se empiecen a anudar y complicar.
Si decides acudir a psicoterapia por la razón que sea, recuerda que es un espacio seguro para hablar, sentir y confrontar, al final la verdad sobre tu vida la vas a construir tú y con validez para ti.