¿A quién no le gusta sentirse especial?, sentir que puede hacer evidente esa particularidad que a veces se gana y otras se posee como un don que nos marca como algo que nos hace diferentes de los demás y que es digno de cierto reconocimiento.
Frecuentemente nos rodea el mensaje de que ser “originales” es importante y en la actualidad es una moda el esparcir el mensaje de que cada uno de nosotros somos únicos y debemos aceptarnos como tales para ser felices. Todo parece ser una propuesta inocente que persigue nuestra felicidad, pero el lindo propósito del mensaje tiene su límite en cuanto chocamos con la diferencia implícita en el otro y nos sentimos comparados en si tiene, puede, hace o es mejor o peor. Es tan grande la demanda de felicidad que nos rodea con una vitrina tan apantallante como lo son las redes sociales que golpea fácilmente nuestras áreas vulnerables o las zonas que de alguna manera negamos o evitamos pensar para poder sobrevivir el día a día como una defensa ante lo que nos cuesta trabajo o no tenemos.
El aceptar a los otros pasa por la aceptación de uno mismo y esa amenaza que percibe quien no reconoce y acepta sus responsabilidades y condiciones personales es la que lo lleva a proyectar constantemente su carencia ante los demás trayendo como consecuencia relaciones interpersonales problemáticas y un empobrecimiento de la imagen propia.
Por más diversidad que actualmente se promueva como una forma de aceptación, la realidad es que lamentablemente sigue existiendo un fondo que en la mente de la sociedad que funciona como el parámetro de lo que esta bien o mal y que como lista del supermercado se palomea para alcanzar la relativa felicidad o bienestar que está como un fantasma tras esta demanda, sin reconocer abiertamente que además de nuestras capacidades, lo que nos hace diferentes también son justamente nuestras carencias porque claro está, hablar de eso es incómodo.
Entonces no nos sorprenden las personas que se paralizan tras no encontrar el camino que se acomode a sí mismos tras identificar su incómoda diferencia, cuando están rodeados de un mensaje de vida ideal y felicidad permanente. Pensaríamos que los jóvenes son los más vulnerables, pero actualmente hay una amplia parte de la población mundial de todas las edades que tienen fuertes manifestaciones de ansiedad y depresión tras no poderse sumergir en un ideal ficticio, pero al mismo tiempo no encontrar un lugar seguro para ser ellos mismos.
Los paradigmas de ser una persona que ante los demás parezca “normalmente diferente” están formados por quienes aparentemente festejan la aceptación de lo que los hace diferentes, pero al mismo tiempo cumpliendo cosas que quepan en lo que el mundo en internet clasifica como felicidad. Esa felicidad que pareciera nunca desaparecer, ser eterna y alcanzada como una meta cumplida, mientras que sabemos que la vida no es así.
La realidad es que la vida tiene buenos y malos ratos y alrededor de ellos se dan una gran variedad de vínculos unos pobres y otros favorecedores pero que forman un mundo personal que es justo donde identificamos nuestra diferencia en relación con nuestro mundo afectivo, nuestras emociones y nuestros deseos personales, sumados claro a nuestras características físicas y la relación que tengamos con nuestro cuerpo. Esto pareciera sencillo y “natural”, pero en realidad es un trabajo que conforme avanza la vida, requiere ser replanteado mientras salvamos los problemas que se nos van presentando junto con los que vamos repitiendo y reformulando.
La felicidad no es total, no es constante y no responde a un estatus en una red social o la respuesta que los demás tengan a la misma, es un estado de ánimo que responde a muchas variantes que cada individuo identifica como ideales para su bienestar y como tal, es algo que viene y va con mayor o menor frecuencia, dependiendo mucho de nuestro trabajo interno.
El peso de la atención psicológica siempre será importante en tanto que nos permita trabajar con nuestras carencias, deseos y capacidades. Es ese espacio en donde nuestras fortalezas personales toman un lugar para poder navegar en la vida desde una postura que tome seguridad en sí misma y no de las opiniones o parámetros que existan en los demás o en las redes sociales en general.
Si tu mismo encuentras inseguridad o conoces a alguien que sufre en relación con su identidad o capacidades es importante reconocer la atención psicológica como una herramienta de gran ayuda para que pueda tener un espacio de escucha y trabajo individual.