Al inicio de la vida somos un montón de sensaciones y necesidades, seremos afortunados en tener a alguien que nos cuide y al mismo tiempo nos vaya interpretando por medio de palabras lo que aún no tiene nombre para nosotros, es entonces que nos sumergimos en el mundo del lenguaje y poco a poco las cosas van tomando sentido mientras que al ritmo del desarrollo todo se vuelve más complejo.
Al llegar a la edad en la que nos podemos dar a entender mejor es justo cuando empezamos a decir “no” para poner un límite personal y entender cómo es que nuestra voluntad y deseo toma forma ante los demás. Esto sucede aproximadamente a los dos años de vida, los llamados “terribles dos años” en donde aquellos bebés frecuentemente dóciles y tiernos, dan lugar a berrinches intensos y comportamientos difíciles de entender para los padres, pero es parte del proceso de identificarse como individuo.
Entre todo esto, lo que hace que los bebés empiecen a esbozar sus primeras palabras es justo la necesidad e impulso que perciben ante lo que quieren comunicar, frecuentemente con cierto monto necesario de frustración que los obliga a emitir sonidos y tratar de practicar palabras para manifestar un deseo específico que, de no hablar, no sería satisfecho.
Cuando por fin el lenguaje ya esta desarrollado y podemos darnos a entender con claridad, nos encontramos con otro inconveniente para dar a conocer nuestra voluntad y deseo. El hecho de que todos creamos un concepto según la experiencia personal, nos crea una cierta distancia en el entendimiento por lo que se presenta confusión, suposiciones y malinterpretaciones de manera común entre nosotros. Por ejemplo, si yo te pido que imagines una manzana, la probabilidad de que el color, el tipo y la imagen en sí sea diferente, es altamente probable. Si esto sucede con algo tan sencillo como hablar de una manzana ¿te imaginas dar a entender tus emociones, necesidades y deseos?
Es por esto por lo que podemos pensar que los demás no nos entienden, o que nosotros mismos no podemos darnos a entender, por esto las relaciones interpersonales son complejas y esto empeora cuando no se da espacio a la palabra.
Por más que conozcamos a nuestros seres cercanos, no hemos aprendido a leer la mente, pero si sabemos leer el lenguaje y la importancia de hablar juntos para llegar a aclarar nuestras interpretaciones sobre los conflictos que tengamos es sumamente importante.
Por último, me gustaría aclarar algo que no se debe dar por sentado. Nosotros podemos hablar de manera superficial de muchas cosas en los momentos de esparcimiento, en situaciones de poca importancia o para llenar algún silencio que nos resulte incómodo, pero hay que reconocer que las palabras profundas, con un significado importante para nosotros tienen lugar en momentos muy específicos cuando queremos dejar bien clara nuestra postura, sentimientos y necesidades en relación con algo con mucho peso para nosotros. Pero cuando no damos lugar a esta palabra llena de trascendencia y todo lo que decimos lo utilizamos para evadir lo que tendríamos que comunicar, es una señal de que algo nos causa un monto de ansiedad importante y evitamos tocar el tema. En pocas palabras, si controlamos lo que decimos para hacer a un lado lo que sentimos, seremos presos de aquello que no podemos nombrar y afectará nuestras relaciones y acciones puesto que no tendrán un sustento en lo que nos permite mostrar nuestra postura personal. Hablar con sentido nos ayuda a afirmar nuestras acciones y ayuda a aclararlas ante los demás para darnos a entender mejor.