Todo aquello que implique la pérdida, distancia o separación de lo que tiene una carga significativa de afecto en nuestra vida, lleva de por medio la vivencia de un duelo.
“Duelo” es una palabra que se ha vuelto muy común pero que conlleva ciertas reacciones emocionales que suelen confundirse. De entrada estar pasando por un duelo no es sinónimo de estar exclusivamente triste y a su vez estar triste no significa estar deprimido.
El duelo se conforma por etapas que no son ni lineales ni consecutivas sino que se presentan de manera particular en cada uno de nosotros, es por eso que no toda la gente reacciona con llanto inmediato por ejemplo y hay quien reacciona con enojo o con aislamiento, todo depende de la situación en la que cada quien está parado, las experiencias previas y la relación que encuentra entre su propia vida y lo que desencadenó el duelo.
Cuando algo nos causa dolor, la pregunta inmediata es ¿cuándo se va a quitar este dolor?, si es algo físico seguramente tomaremos medidas al respecto y esperamos a que el remedio se haga evidente. En relación al dolor emocional que provoca el duelo no hay un parámetro que pueda responder de manera concreta a los cuantos días de un divorcio, muerte o lo que lo haya desencadenado, se irá el malestar que ha provocado. Hay que dar tiempo a que nuestros procesos afectivos se readapten y a que nuestras emociones asimilen lo ocurrido y puedan darle un lugar que nos permita seguir con la vida; por ejemplo en el caso de la muerte, la pérdida de un ser querido será un recuerdo que se reconozca como doloroso cada vez que se evoque dado lo que significa esa persona para nosotros, pero llega un momento en el que ese recuerdo no priva nuestra productividad o bienestar y que nuestra vida no gira en torno constante o exclusivo a esa pérdida y no afecta la calidad de vida, ya que de ser así estaríamos ante un duelo complicado.
En pocas palabras, más que poner atención a en cuánto tiempo se irá el dolor, lo importante es reconocer qué tanto la persona se está estancando o exacerbando su reacción ante la pérdida a medida que el tiempo pasa, pero ese tiempo es diferente en cada persona y debe ser respetado.
Frecuentemente el primer año que es cuando se reitera la ausencia de quien se ha ido, dado que hay actividades o costumbres de las que ya no participará, resulta especialmente difícil pero esto no significa que la persona en duelo pase un año entero reaccionando exactamente como si fuera el primer día de la pérdida, más bien es esperado ir viendo una evolución del duelo hacia una postura que denota tolerancia ante los sentimientos que evoca sin llegar a estar totalmente abrumado e inestable y lograr ecualizar sus emociones para lograr continuar con sus actividades.
Utilizar la palabra “normalidad” es engañoso y relativo, pero en relación a la resolución de un duelo, las costumbres o preferencias de cada persona se vuelven a hacer presentes poco a poco con la carga de gusto o deseo que las caracterice, a veces con ciertas modificaciones adaptativas a la pérdida, pero de una u otra forma la persona logra continuar con la vida.
Las experiencias van tomando un lugar en nuestra historia de vida y eso requiere de un proceso que nos haga conscientes de lo que esas situaciones significan para nosotros. Cuando dicho proceso se desarrolla con dificultad por diversos factores y no acaba de tomar un lugar es cuando el duelo se complica y comienza a afectar, abarcando varios ámbitos de nuestra vida impidiendo llevarla de acuerdo a como acostumbramos o truncando el planteamiento de nuevas metas, actividades o la vida en general, es ahí cuando es conveniente acudir a la atención de profesionales y aquí quiero recalcar algo que me parece especialmente importante, como dije al principio estar triste no implica estar deprimido, la depresión calla algo que debe ser reconocido y enfrentado por quien la padece de la mano de un psicoterapeuta, de no ser así entonces se establece como un padecimiento que puede llegar a ser crónico y en muchas ocasiones agravarse con el tiempo. Entiéndase entonces que el duelo puede también evidenciar síntomas que previamente podían estar ya habitando el mundo interno de quien en su momento lo esté viviendo, por lo que reconocer cuando la vivencia del duelo se está agravando de manera prolongada y afectando constantemente nuestra vida cotidiana, es una señal para pedir ayuda.