Sabemos que las bases desde las que surgen las cosas son de gran importancia porque es lo que le da fortaleza, resistencia y un sustento desde el cual partir. Los seres humanos al nacer todavía muy inmaduros en comparación con otros mamíferos como para poder lograr una cierta independencia de la madre, requerimos de una cercanía física que otorgue calor y alimento y aunque esto suena muy sencillo, la realidad es que al mismo tiempo estos elementos aportan factores emocionales que serán de igual importancia para sobrevivir pero en este caso, psicológicamente.
Se sabe que los bebés que son observados, acariciados y nombrados en relación a su estar en una familia, logran desarrollar lo que podríamos llamar “herramientas emocionales” necesarias para empezar a formular una autoestima y deseo propio.
Pero no solo se queda ahí, en la infancia tanto la socialización como el mundo afectivo influye directamente en el proceso de aprendizaje, de conocimientos y conceptos no solo por sentirse seguros si no porque no tienen la carencia de afecto o problemas de vinculación o violencia que los distraiga de poner atención en el mundo que los rodea para lograr aprender de él.
En este punto ya te habrás dado cuenta de la importancia que tiene el ambiente que rodea a los bebés y el hecho de darles un lugar en la familia y el mundo desde el inicio de sus vidas, para que pueda desarrollar una seguridad, identidad y capacidad de aprendizaje.
La observación y percepción en la forma directa y constante en la que los pequeños comparan, identifican y entienden su alrededor es el punto de partida desde la que empiezan a construir esta base que le servirá para entender cosas abstractas, por lo que el ejemplo de quienes lo rodean, la forma en la que se relacionan y las emociones que manifiestan o reprimen, son cruciales en la formación de sus simientes emocionales y por lo tanto de su deseo a futuro.
Cuando los niños crecen y empiezan a entender el concepto del futuro, se pone en juego la creación de ideales en los que se ven directamente relacionadas sus figuras paternas, muchas veces puestas en personajes fantásticos que los simbolizan y otras veces directamente en acciones que los pequeños admiran e idealizan y aunque lo más probable es que en la adolescencia estos ideales cambien y se cuestionen intensamente, las fantasías que en la infancia se crearon, se guardan en un cajón de nuestra mente pero jamás desaparecen.
Así funciona nuestro mundo afectivo, contiene un montón de caminos que llevan cada vez más y más lejos hasta llegar a estas situaciones infantiles que acompañen su nivel más profundo, las acciones, relaciones y sentimientos que registramos en nuestra vida adulta.
Así que identificando de manera muy general el peso que tiene la infancia en nuestra vida adulta, al mismo tiempo queda la responsabilidad de explorarlo porque la memoria nos engaña frecuentemente y nuestros recuerdos de los primeros años de nuestra vida están intervenidos por lo que los padres, familiares y personas mayores nos dicen, por lo que darle un sentido mucho más amplio a las cosas que sabemos que vienen de nuestra niñez desde un trabajo individual y que ya en otro momento de la vida podemos repensar desde otro lugar subjetivo, nos servirá para darle un lugar más claro a esa base que puede llevarnos hasta a mudar de pensamiento y perspectiva.