Siempre pediré respeto y discreción para la imagen de aquellas personas que hayan cometido suicidio porque no se trata de pensar si es una salida difícil o fácil o a quién afectó con su decisión. Se trata de pensar en el sentido personal de la vida y lo frágil que puede ser cuando no es claro el motivo para seguirla manteniendo. Ninguna especie puede decidir cuándo venir al mundo, sin embargo, el nivel de consciencia de un ser humano nos lleva a tomar decisiones constantemente y la opción de terminar con la propia vida es el ejemplo más claro de que los instintos pueden ser fácilmente dejados a un lado cuando el deseo entra en juego o deja de tener un lugar.
El deseo por la vida es algo que o se toma desde un discurso superficial y prefabricado o se reflexiona tanto al punto de poder llegar a ser abrumador. No es cualquier cosa pensar en el sentido que tiene la vida de cada uno y tomar una postura consciente al respecto puede involucrar varios períodos de dudas y un monto significativo de angustia.
Aunque en la infancia el niño aprende a diferenciarse de los demás y conocer el mundo que lo rodea, la adolescencia suele ser el primer momento en el que los cuestionamientos sobre nosotros mismos se vuelven algo muy importante por determinar y a partir de ahí constantemente reafirmamos o reformulamos nuestra existencia en el mundo conforme vivimos momentos decisivos como la elección de la carrera, pareja, paternidad e independencia entre muchos otros. Sin embargo, cuando las dudas son muy grandes y el lugar en el mundo es difícil de registrar; las dudas aumentan, el reconocimiento de quién somos, qué queremos y el reflejo que tiene nuestra persona ante los demás se vuelve algo angustiante y sombrío, sin dejar a un lado que los problemas nunca tienen la misma dimensión en la mente de cada individuo (por eso los consejos son tal relativos y frecuentemente ineficientes).
El suicidio es un tema que siempre hace reflexionar a la sociedad sobre las razones que tendría alguien para poner fin a su vida y es importante hacer algunos señalamientos al respecto.
Una persona conflictuada frecuentemente provoca distancia en sus vínculos personales, los familiares tienden a negar que la situación sea tan grave porque es duro ver a un ser querido en problemas y no saber a bien como ayudarlo o en otro punto, se han cansado de ofrecer opciones para que la condición de la persona mejore. Es importante reconocer que cuando alguien se encuentra en un estado tan profundo de depresión o alguna otra afección emocional, las soluciones pueden parecer inadecuadas por la misma “ceguera” que los síntomas causan en ella.
Existen varios motivos por los que una persona puede poner fin a su vida y puede ser vivido por sus familiares y personas cercanas como algo extremadamente violento, puede causar culpa intensa, enojo y confusión; pero frecuentemente las personas que acuden a tratamiento después de haber perdido a alguien por esta causa, suelen referir cierto presentimiento al respecto, pero dado que es un tema difícil de tocar, prefieren no hacerlo y encubren algo que es igualmente complicado para ellos. Yo utilizo el #VamosAPonerloEnPalabras porque la experiencia me ha mostrado que siempre se puede encontrar el momento y lugar adecuado para hablar de las cosas que cuestan trabajo antes de que sea demasiado tarde.
No solo las personas con depresión pueden llegar a atentar contra su propia vida, un brote psicótico o trastornos graves de la personalidad también pueden llevar a una persona a cometer suicidio, por eso el seguimiento con profesionales de la salud mental tiene entre muchas otras razones, un sentido muy importante en el tratamiento.
Los conflictos emocionales tienen una amplia variedad de núcleos, tenemos un mundo afectivo que vive en un cuerpo
que comunica por medio de síntomas, las cosas que no decimos; entre el cuerpo y la mente se da un intercambio de química y energía muy importante mismo que en situaciones extremas, es complicado equilibrar a solas; es por eso que existimos los profesionales de la salud mental pero hay siempre que apelar a la voluntad, es muy importante que quien acude a cualquier tipo de tratamiento acceda desde el reconocimiento de que algo debe ser trabajado. Me refiero a ambos tratamientos: psicoterapéutico y psiquiátrico, ya que un medicamento puede reajustar químicamente, pero sin la palabra que dé lugar a lo que pasa en los afectos, la situación no toma sentido y los síntomas al paso del tiempo, vuelven a querer hablar. Y así también del lado de la psicoterapia, porque si bien el proceso de dar sentido y significado es complejo y largo, la persona no tiene por qué permanecer con síntomas graves que estén bloqueando el día a día. ¡OJO! Con esto no quiero decir que sea obligatorio el uso de ambas herramientas, pero sí quiero subrayar la importancia de atender los problemas emocionales, ya que pueden crecer y tomar caminos desfavorables o lamentablemente trágicos.
La sospecha, el intento o el acto, tienen lugar para ser hablados en un espacio terapéutico tanto para quien lo piensa como para los seres cercanos que se vean afectados por el mismo, en ningún sentido es algo que pasa sólo, el acompañamiento el crucial para darle palabra a algo tan serio y delicado, acude a un especialista.