El escenario en el que nos encontramos cuando no podemos cambiar algo y llevamos mucho tiempo intentando, nos habla de una situación personal de la cual no podemos distinguir puertas de ventanas con facilidad, no podemos descifrarnos en esa situación que repetimos y que nos confronta con lo que queremos y la capacidad que tenemos para lograrlo, lo que frecuentemente termina en sentimientos de frustración recurrentes o una postura derrotista cayendo en el “para mí, eso es imposible”
Para empezar me gustaría aclarar que aunque cada quien tiene motivos particulares para realizar un cambio en su vida, estos se realizan por 3 razones diferentes:
- Miedo
- Euforia
- Postura significativa
Se cambia por miedo porque se presentan situaciones personales o a seres cercanos y/o importantes para nosotros, que nos asustan. Muchas veces son enfermedades, accidentes o circunstancias negativas, que nos resultan amenazantes y nos hacen buscar un cambio. Lamentablemente esta no es una razón que nos lleve a realizar un cambio a largo plazo porque cuando la sensación de miedo se va y la vida toma su tranquilidad acostumbrada, el cambio nos representa un trabajo que ya no estamos tan dispuestos a hacer y empezamos a darnos “permisos” para incumplir y terminamos por abandonarlo.
Cuando sentimos la euforia de un cambio propuesto por un deseo que tenemos de cierta forma contenido, este cambio parece la vía para cumplir una promesa personal de algo que hemos deseado por algún tiempo y que gracias a la nueva decisión, sentimos que seremos los mejores en aquello que “ahora sí” vamos a cambiar o mejorar. Parece fácil decidirse y uno se siente bien comprometido para lograrlo y el entusiasmo nos hace hasta comprar y/o consumir cosas que nos “ayuden” a lograr el objetivo. Todo parece ser un plan perfecto hasta que algún inconveniente se presenta, es ahí donde sentimos que el buen paso se rompió o por otro lado empezamos a premiarnos con cosas o situaciones que hacíamos en el pasado hasta que poco a poco la frecuencia hace que regresemos a los hábitos previos.
Después de ver los dos panoramas previos que nos llevan por un camino de cambio relativo y de una alta vulnerabilidad, llegó el momento de hablar de ese elemento que sí nos lleva al cambio, aunque a mí me gusta más llamarlo una evolución positiva personal. Justo eso que tienen las historias de triunfo en relación a transformar o conseguir adherirse a un estilo de vida o a un hábito diferente y que causan gran admiración y no es nada más ni nada menos que una postura significativa ante el cambio. Esta postura surge de niveles muy profundos de la persona, esos en donde se encuentran todas aquellas cosas que hacemos con total seguridad de que son cosas que nos definen desde nuestro autoconocimiento, ese lugar desde donde no nos importan las opiniones ajenas y nos decidimos a hacerlo porque nos llama un compromiso genuino con nosotros que no tiene liga directa con el estar de los demás, sino que directamente apuntan a nuestros principios personales y nuestra fuente de autoestima.
Se llega a esta postura a partir de un momento profundo de reflexión que al parecer quita los velos que provocan las conductas rutinarias y nos hacen sentir que de no realizar dicho cambio, nos engañaríamos a nosotros mismos y eso resulta intolerable. Así de radical es el pensamiento que provoca un cambio personal que logra vencer los imprevistos porque sabemos que hay cosas que no podremos controlar en algún momento pero si podemos continuar con nuestro plan con el siguiente paso inmediato que realicemos.
El cumplimiento de nuestro objetivo de cambio es tan intenso que estar rodeado de un ambiente o de personas que vayan en contra, no son condiciones para regresar al viejo estado por que no tiene sentido acceder a demandas externas cuando se está convencido que lo que se realiza apunta directamente a un logro personal que no depende de los demás.
Todos en algún momento de la vida hemos realizado cambios en alguna de estas 3 situaciones ¿Cierto? Todos vamos evolucionando y reajustando nuestra conducta a partir de experiencias de todo tipo, sin embargo las que perduran como algo realmente sólido, son aquellas que apuntan a una postura significativa y esa es justamente la que se trabaja cuando acudimos a psicoterapia, sobre todo la de corte psicoanalítico o a psicoanálisis propiamente.
Aquí debo señalar que el mismo hecho de acudir a una psicoterapia implica un cambio en la vida de cada persona que acude, pero como tal implica un reconocimiento de trabajo personal profundo que puede repercutir en varios aspectos de la persona, ya hemos hablado en otras publicaciones de dicho trabajo, por lo que es importante señalar que si estás dispuesto a realizar un cambio y te decides por el apoyo psicoterapéutico para lograrlo, acudas reconociendo el trabajo personal que implica un compromiso intenso contigo mismo, y que tendrá consecuencias en cambios que pueden ir de sutiles a trascendentales dependiendo de lo que vayas buscando en tu estar en el consultorio.