Estamos a una semana de haber vivido un sismo que lastimó profundamente gran parte del centro de nuestro país, México revive en estos momentos una pesadilla que exactamente hace 32 años ya había vivido. En todas las casas de la Ciudad de México hay relatos de cómo se vivió el terremoto de 1985 y el martes pasado lo vivimos en carne propia no solo en la ciudad sino en varios estados de la República Mexicana.
Lo que empezó el día 19 de septiembre de 2017 como un simulacro conmemorativo, se convirtió un par de horas después
en una recreación vívida donde las leyendas se volvieron realidad, donde los temores de quienes vivieron el terremoto de hace poco más de 3 décadas revivieron con brutalidad, donde se creó un registro actual de la vivencia de un terremoto y todos compartimos el temor y la angustia de ver la propia vida y la de los seres queridos en peligro.
No puedo dejar de señalar el efecto emocional que un evento de esta magnitud tiene en cada uno de nosotros.
Yo de manera personal tuve que tomarme un tiempo para procesar lo que cada día iba registrando en mis seres cercanos, en los voluntarios y en mí misma. Ha llegado el momento en el que de una manera un poco más clara puedo compartir
con ustedes mi postura al respecto de la exposición y respuesta de nuestra mente ante a los sismos del 7 y 19 de septiembre de 2017.
Al presentarse un terremoto nocturno el jueves 7 de septiembre con efectos lamentables en algunas poblaciones y posteriormente en menos de quince días volver a vivir un sismo que empeoraría el panorama y dañaría una extensión mayor del territorio, ha dejado a los pobladores con la huella de la pérdida. No solo las personas lamentablemente damnificadas, o aquellos
que perdieron a un familiar o a alguien cercano -que no es poca cosa en relación con la exigencia emocional que esto implica-, sino que todos nosotros como pobladores de la zona afectada perdimos por un momento la seguridad, perdimos la tranquilidad, la calma y la estabilidad de la cotidianidad y esto tiene un efecto en nuestra psique, por lo cual todos estamos tramitando un duelo.
Todos reaccionamos diferente ante una crisis; los terremotos, huracanes, tornados y todos aquellos fenómenos naturales que son de alta peligrosidad y probabilidad de catástrofe provocan que nuestro aparato psíquico muestre elementos de su estructura que sólo en situaciones límites salen a la luz y al ser un momento de vulnerabilidad, llegar a la sintonía y la organización puede ser complicado.
Por un lado, está toda la gente que se volcó a las calles a apoyar de manera desmedida en los albergues y centros de acopio; entre los brigadistas y voluntarios hay quienes perdieron la dimensión del tiempo y el cansancio, perdieron sus límites personales y ayudaron hasta el agotamiento y la enfermedad sin dar lugar a los relevos, sin darle lugar al cansancio, sin rendirse. Esta respuesta pareciera ser un sacrificio de sus propias vidas como ofrenda ante los que no tuvieron la suerte de salir con vida o que estaban sufriendo la angustia de estar atrapados ante los escombros. Estas personas tendrán el tiempo de la recuperación física para pensar en todos los sentimientos que se irán presentando poco a poco conforme los relatos, los recuerdos y junto con su propio cuerpo lograrán sanar lo relacionado a sus emociones, será de gran importancia que recuperen su propio espacio, sus rutinas y labores y que sus deseos de ayudar se conjuguen con sus actividades mas no que los haga abandonarlas por completo ya que gran parte de la recuperación de una sociedad después de una crisis, es que la gente recobre su vida personal registrando el aprendizaje que dejó lo vivido para cada miembro de la misma.
Hay quienes perciben en las mismas brigadas de ayuda que formaron durante el momento crítico, un apoyo que les permite tolerar la dificultad emocional del evento y pueden llegar a proyectar gran parte de su proceso de duelo en la separación de dicho grupo, es importante recalcar que si la separación del mismo resulta muy difícil o más dolorosa de lo esperado en la conclusión de una tarea, acudan a la atención psicológica para que puedan tener el manejo profesional necesario para cerrar dicho proceso y seguir adelante con su vida.
Por otro lado están los que de manera ininterrumpida buscan imágenes, videos y testimonios de lo ocurrido y pueden ver el mismo contenido en diversas fuentes de comunicación una y otra vez, como esperando ver alguna diferencia, como si la exposición a este contenido fuera a volverlos inmunes al impacto que provoca, cuando en realidad están ocupando su mente con toda esta
información para no pensar en lo que lo ocurrido provoca en si mismos, es decir, pierden la capacidad de reflexión de su propio estar y el límite de lo que es suficiente. El estar expuestos a tantas imágenes sobre lo acontecido nos aleja de la elaboración de un camino que nos lleve a la calma, el equilibrio y la tranquilidad, nos lleva a crear síntomas emocionales que nos demandan una
salida y liberación ante un impacto tan grande y agrava el estrés postraumático así que lejos de ayudarnos, nos perjudica.
Ya en una publicación anterior Vivir un duelo hablé del duelo y la importancia de no confundirlo con la presión. Pero dado que todos nosotros como sociedad tras los hechos ocurridos estamos expuestos, es importante entender que viviremos un duelo y como tal llevara un proceso de elaboración que implica diversas etapas que no se presentan en todos al mismo tiempo ni con
la misma intensidad. Es por eso que es importante abrir el espectro de tolerancia que tenemos entre nosotros, porque viviremos u observaremos reacciones que nos parecerán extrañas, inadecuadas o fuera de lugar, pero que muchas veces serán importantes de expresar para liberar y tramitar la etapa en la que nos encontremos; también podrá tener lugar una necesidad grande de reforzar los lazos afectivos que es probable no se alimenten de manera activa con tanta frecuencia por lo que abrir la comunicación y estar receptivos será de gran apoyo mutuo.
Todo esto se verá acompañado como siempre de un discurso personal desde el que nos narramos lo ocurrido para tratar de entender estos sucesos aleatorios e impredecibles y su repercusión en nuestro mundo personal por eso subrayo la importancia de reconocer el trabajo que los especialistas de la salud mental quienes están dispuestos y preparados para escuchar este discurso que elaboramos y que nos pueden ayudar a salir adelante y no hundirnos en el endurecimiento de síntomas que nos impidan continuar con nuestras actividades y vida.
Tanto la atención en crisis como la psicoterapia breve tienen en este momento un papel crucial en la recuperación de los afectados ya que es más que evidente que los síntomas que de alguna u otra forma presentamos a raíz de los terremotos son un esfuerzo de
nuestra mente por entender lo ocurrido, por mantenernos a salvo y darle un lugar a todas las fantasías y recuerdos que se conjugan para que podamos recuperar el equilibrio mental que teníamos previamente a lo sucedido, sin dejar de lado lo aprendido y desarrollado positivamente en nosotros mismos después de estos terremotos y siendo una experiencia que
cicatrizará en nuestra mente y nuestra sociedad.
Busca los diversos servicios de psicología que de manera gratuita se están ofreciendo en gran parte del territorio centro sur de nuestro territorio mexicano y no dejes pasar la atención de tu experiencia y emociones, siempre será recomendable valorar el estado en el que tu mente recibió el impacto y atenderlo para saber cómo va tu proceso de recuperación y elaboración de este
duelo que hoy, compartimos todos los mexicanos.